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Entendiendo las causas de la Homosexualidad Masculina



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 Antes que nada, debe quedarnos claro que el sexo solo existe entre una hembra y un varón. Nuestro lenguaje –que es bien sabido que tiene muchas limitaciones–, no ha creado palabras para referirse a un comportamiento humano que no era de esperarse que ganara tanto espacio entre nosotros a pesar de que ya se había manifestado desde la antigüedad, e incluso, en algunos lugares llegó a predominar, entre estos en uno de los grupos de indios peruanos. De manera que así como nosotros nunca imaginamos que existieran comportamientos como para los que fuera necesario crear palabras como homosexualistas, heterofobia, heterofobico, homosexualización, etc., palabras que nunca creamos y que ahora difícilmente las podamos llevar al diccionario ante la férrea oposición que ello enfrentaría de parte de los grupos homosexualistas que se opondrán a ello, pues nos resulta complicado referirnos al asunto de la búsqueda del placer carnal entre personas de un mismo sexo … con otra forma de referirnos a ellos que no sea identificándolos como homosexualidad u homosexuales, aun cuando en realidad eso no sea más que una quimera por cuando el homosexualismo tampoco existe. Y mucho menos el amor entre personas de un mismo sexo. Por lo tanto, se nos hace muy difícil escribir y explicarnos evitando hablar de los comportamientos carnales entre dos personas de un mismo sexo que buscan placeres sensoriales entre ellas que no sea de otra forma que hablando de homosexualidad y de placeres sexuales entre ellos. Y por mucho que uno evita equivocarse para no darle validez y reconocimiento a algo irreal sobre lo cual nos hemos venido refiriendo con palabras que no les corresponden naturalmente, será muy difícil escribir si no es valiéndonos de esas mismas palabras que no van con ellos; todo esto debido a que no tuvimos la previsión de anticiparnos y crear las palabras necesarias para referirnos a  un fenómeno que nunca creímos que llegaría a tener tanta trascendencia en la sociedad. Por lo tanto, tendrán que tener en cuenta que donde quiera que se diga algo contradiciendo estas conclusiones, se tuvo que haber debido a la costumbre y vicio de usar unas palabras que se han universalizado, llamándoseles homosexuales a los que tienen contacto carnales con personas de su mismo sexo, al mismo tiempo que le llaman heterosexuales a las personas que tienen contacto canales con personas del otro sexo, más la realidad es que ni uno ni otro existen. No existe la heterosexualidad, lo que existe es la unión carnal de un varón con una hembra. La palabra heterosexualidad    fue una palabra inventada para diferencial a las relaciones carnales o sexuales entre el hombre y la mujer con aquellos que tenían relaciones carnales con personas de su mismo sexo. Sí hubieron formas en que esas relaciones carnales entre estos últimos eran identificadas: a una, la de mujer con mujer, se le llamaba en algunos lugares “tortilla” mientras que a la de varón con varón se le llamaba en algunos lugares –y en los que se les creó nombres no científicos– “bugarronería, patería, mariconería”, etc. Aclarado esto, pues pasemos al asunto que se va a tratar.

 Cuando de un asunto tan complejo como lo es la homosexualidad masculina se va hablar, deberíamos de evitar siempre el hablar del homosexual cayendo en estereotipos, ya que los fenómenos asociados con las causalidades para con las conductas homosexuales de los individuos son tantos que pudiéramos decir que mucho más que la existencia del homosexual lo que existe son individuos que se condujeron ó fueron conducidos a buscar placeres carnales con personas de su mismo sexo. Lo que nosotros hasta ahora nunca hemos entendido ni hemos podido explicarnos convincentemente ha sido el porqué una persona entra en la vida homosexual y permanece en ella por lo general para toda la vida. Y sobre esto vamos a hacer un análisis para tratar de darnos una respuesta.
 Mucho se ha hablado sobre el homosexualismo, pero nadie ha llegado a entenderlo suficiente como para poder darnos una explicación exacta que nos permitiera entender el comportamiento homosexual. Así como nadie en pocas palabras ha sido capaz de dar una definición de lo que es ser inteligente que no sea objetable, así tampoco nadie ha podido ser capaz de definir al homosexual, por cuanto, tanto los comportamientos homosexuales, así como las causas que llevan a ello, son tantas que sería preferible hablar de este asunto evitando hablar del homosexual sino que hablar de hábitos homosexuales adquiridos, cuales son hábitos en los que (pero especialmente en el sexo masculino) quedan fácilmente atrapadas en las personas para toda la vida, ya que, en nuestro mundo conflictivo, el lapso de tiempo de nuestra vida no es lo suficientemente largo como para tener la fuerza de voluntad para buscar desprendernos, no solamente de hábitos con los que buscamos el placer carnal (no puede decirse que sean hábitos sexuales por cuanto solo existe el sexo entre un hombre y una mujer) que se establecen rápidamente, sino que ni siquiera somos capaces de liberarnos  de muchísimos otros hábitos de mucha menor trascendencia que deberíamos de ser capaces de controlarlos o evitarlos con mucha más facilidad. En un mundo sumamente conflictivo e incierto, en el que nuestra vida se desarrolla con nuestra mente atormentada y ocupada constantemente por preocupaciones económicas, políticas y sociales; mundo en el que nadie está claro en lo que realmente es ó quiere, es muy difícil salirse de las confusiones en las que uno esté o caiga, sean estas de la naturaleza que sean. Por tanto, no deberíamos de esperar que tuviéramos capacidad para desprendernos de hábitos lascivos adquiridos si consideramos que las más de las personas raramente son capaces de liberarse de tantos vicios y adicciones que son comunes a la vista de la vida social, asi como de defectos o malas actitudes en los comportamientos humanos -sin excluir  doctrinas políticas y religiosas engañosas- con los que viven toda la vida.
 Considerando que el sexo, sobre todo durante la juventud, es una experiencia placentera demasiado deseada como para desperdiciarla, pues difícilmente se pueda inducir a alguien que ya haya desarrollado un erotismo homosexual a que trate de crearse un erotismo heterosexual con alguien del sexo opuesto, cuando esto sería aventurarse a algo incierto y desconocido que posiblemente no solo no le dará ningún placer ¨especial¨ sino que lo llenará de frustraciones y de vergüenzas sin tener certeza de si realmente poco a poco pueda llegar a desarrollar un  interés sexual por la figura de una mujer … hasta llegar a dejar de desear el falo del hombre con el que antes obtuvo tantos placeres, y si se atuviera durante un tiempo de practicar otras formas de búsqueda del placer carnal diferentes a la de una pareja de hembra y varón. Esto es como que pedirle demasiado sacrificio a la vida sexual de alguien y sin que –en las circunstancias actuales– se le pueda garantizar que habrá resultados. Por otra parte, aquí se está hablando de algo utópico e inimaginable en la sociedad presente, pues en el mundo actual es mucho más fácil aceptar que la humanidad entera se homosexualice que el promover a un tipo de terapeuta sexual femenina que tenga por profesión seducir sexualmente al homosexual masculino y ayudarlo a crearse un erotismo heterosexual que le permita suplantar al anterior. No es raro oír hablar de proyectos públicos en los que se da ayuda terapeuta y orientaciones para ayudar a adolescentes a encontrarse con su “verdadera orientación sexual”, o sea, para que descubran que son “homosexuales natos” y que ello es lo más normal del mundo, por lo que se les anima a no tener nada porqué avergonzarse. Sin embargo, nada se oye sobre ayuda terapeuta y de orientación para que adolescentes descubran que ellos están confundidos en medio de una sociedad confundida, prejuiciosa, impotente e incompetente desde los más altos niveles, para ayudar en el problema. De ahí que mucho mejor que el haber intentado hacer algo al respecto, es el que no hayan hecho nada si no sabrían exactamente que hacer.
 A no ser que sean intencionalmente forzados o promovidos -así como se está haciendo en las sociedades presentes en nombre de justicia social- los hábitos homosexuales normalmente se establecen a partir de haberse vivido la experiencia de algún asalto sexual con penetración por alguien del mismo sexo, dejándonos memorias que se nos fijan en la mente y que nos fuerzan constantemente a recordarlas, sin permitirnos espacio para, en lo sexual, dirigir nuestro pensamiento ó imaginación en otra cosa que no sea en aquello… hasta que esa obsesión mental terminaba por generarnos una imaginación erótica que se relaciona con nuestra pasada experiencia, pero especialmente si de alguna manera se nos hizo sentir placeres con lo que se nos hubiera hecho u obligado, lo que nos lleva a querer repetirlas hasta suceder que ya no encontraríamos los placeres sensuales en otras formas que en aquella en que los que primero los conocimos, sobre todo si al único placer lascivo al que tuvimos acceso fue al que nos dieran personas de nuestro mismo sexo. O sea, que si a un ser se le crea una imaginación erótica como resultado de haber sido hecho sentir placeres cuando fue poseído por alguien de su propio sexo, especialmente si ese placer lo sintió cuando estuvo penetrado, pues lo más probable es que se adicione a esto rápidamente, relacionando y conectando todo su erotismo al mismo tipo de acto sexual, lo que por lo general lo absorbe para toda la vida.
 No podemos negar el potencial de placer sexual del falo –un placer en el que cualquiera de nosotros podría quedar atrapado ... si llegáramos a experimentarlo, incluso, hasta en una situación de violación sexual–, sino que entender que el potencial placentero del falo es algo que debería ser a la hembra a la que le corresponda disfrutarlo, mientras que el potencial placentero de la vulva es algo que debería corresponderle al varón disfrutarlo. Si negamos el potencial que tiene el falo para dar placer, nos negamos a nosotros mismos. Siendo un hecho el que lo que conozcamos primero es lo que vamos a preferir, pues lo que hemos de hacer es ser prácticos y buscar ó procurar lo mejor para nosotros mismos: la mujer es lo mejor para el hombre y el hombre es lo mejor para la mujer. De ninguna manera se puede comparar la intensidad de amor y de placer entre una pareja enamorada de un varón y una hembra, con lo que de romántico e intenso se da en una pareja homosexual; esto es lo que realmente hay que tener en consideración. Si queremos hacer nuestra parte para que el mundo obtenga lo mejor de nosotros, de la misma manera que estar bien educado será siempre mejor que no estar educado, así también apreciar sexualmente y como compañera de vida a la mujer será siempre mejor que apreciar sexualmente y como compañero de vida a alguien de nuestro mismo sexo. Este es el punto que hay que considerar. Puede ser muy cierto que se “pierda” algo ó mucho si a alguien que ya desarrolló un erotismo homosexual se le tratara de inducir a dejar su hábito. Pero si antes de que esa persona llegara a desarrollar un erotismo homosexual esta fuera dirigida para que sintiera curiosidad sexual por las hembras, de seguro que no se perdería nada si nada le hubiera dirigido a desarrollar un interés sexual por algo diferente a lo que sea estar con una hembra, incluso hasta en los casos de lo que hoy llamamos de transgeneros debido a sus similares apariencias y comportamientos naturales con el otro sexo.
 Por otra parte, la conducta homosexual afecta sicológicamente al hombre, por lo que lo va transformando adversamente en su comportamiento, rebajándolos a subhumanos en la visión de los demás. O sea, los más de ellos suelen parecer a la vista de los demás como personas anormles, tanto en sus movimientos como en sus comportamientos y habla. Una cosa es el divino afeminamiento innato en algunos varones y otra son el chocante “tumbao” y los movimientos y el hablar rajado del hombre homosexual –entre otras actitudes–, cuales reflejan unas anormalidades que no encajan precisamente dentro del ideal humano. El mismo hecho de que esas actitudes afloren, nos dice que algo que no es natural hay en ellos, y que se va más allá de lo que los prejuicios los hayan afectado.
 La homosexualidad no es más que el desarrollo de un erotismo de la carne (y cual no es presisamente un deslumbramiento por la apariencia, forma de vestir, de hablar o de caminar de alguien de su mismo sexo, sino que por el erotismo que le proporciona el que en la imaginación de su fantasia le acerquen el experimentar en sí mismo el sentir sexo opuesto), propiciado ó forzado especialmente por las represiones sexuales a las que hemos estado sometidos. Básicamente esto es –así como el muy común temor del varón hacia la hembra y el endiosado respeto de los hombres hacia la mujer– lo que dirige a muchos varones hacia la homosexualidad. Una vez que un erotismo se forma, éste se establece. Es por eso que una vez que el erotismo homosexual se ha establecido no hay modos convencionales de removerlo, o sea, que con ningún tipo de psicoterapia se podría ayudar a nadie en éste asunto; la vida es demasiado corta como para cambiarnos en nuestras actitudes, ni siquiera en esas que son menos complicadas que un comportamiento sexual adquirido; de ahí que dentro de nuestra sociedad sumamente hipócrita en todos los aspectos de nuestra vida, se haya preferido acomodar al homosexual dentro de la sociedad como algo natural e incambiable, de la misma manera que se ha tratado de acomodarnos dentro de ésta junto con todas nuestras endémicas hipocresías y simulaciones, así como nuestras avaricias y egoísmos (y otros tantos muchos defectos de los que padecemos) como si todo ello no fueran más que formas naturales de la conducta humana.
 El erotismo homosexual es una enajenación, provocada, principalmente, por los prejuicios y represiones sexuales de la sociedad en la que vivimos, de la misma manera que es una enajenación el que un hombre joven se interese sentimentalmente y con planes de matrimonio en mujeres que le lleven treinta ó cuarenta años de diferencia, algo que es común que suceda. Y aunque este no sea el asunto que se está tratando aquí, forzosamente se ha de hablar de él para poder entender el asunto primario.
 En la desesperación por encontrar a una mujer con quien tener sexo, es muy común que jóvenes (y hasta adolescentes) se interesen hasta en mujeres que ya son abuelas, tanto por el hecho de que esperan que estas sean más agradecidas por lo que ellos les darían sexualmente, así como también porque esperan de ellas que éstas sean independientes y puedan llevárselo consigo a sus casas ó apartamentos para poder tener una vida sexual libre; una posibilidad que es casi imposible que le ofrezca una adolescente ó una mujer muy joven.2 Y no solamente están enajenadas estas personas de las que hemos hablado, sino que también toda persona que busca satisfacer sus necesidades sexuales valiéndose de prostitutas, de animales (perros, etc.) muñecas para sexo, así como de consortes a quienes nunca amaron, son indudablemente personas enajenadas en menos ó más grados, estando la mayor parte de ellas dentro de niveles de enajenación que son tan comunes que ya pasan por normales.

 2 Por lo general, un hombre joven que se interesa por una mujer muy mayor es una persona acomplejada y muy sufrida en el amor, quien posiblemente -y debido principalmente a sus inexperiencias para tratar con personas del sexo opuesto- fracasó muchísimas veces cuando intento interesar en él a alguna muchacha de su edad. Como no se puede negar que hay mujeres bien entradas en edad que son sumamente atractivas, pues no se puede generalizar. Pero lo que sí no convence a nadie es ver a un joven enajenándose con una mujer mayor con muy pocos atractivos visuales que ofrecer, mientras le jura amor eterno en un momento en el que parece que realmente se cree sus palabras.

 El erotismo sexual entre el varón y la hembra es un fenómeno normal que se sucede desde edad muy temprana; primero, por consecuencia del interés y curiosidad de uno hacia el otro por la diferencia entre sus genitales, y más tarde por los atractivos de sus diferencias fisonómicas y de apariencias –lo que provoca el enamoramiento así como fuertes deseos en ambos de hacerse dueños uno del otro–. A todo esto se le suma el hecho del deseo de la mujer de ser madre, lo que la lleva a imaginar el coito con el varón mucho antes de que suceda, todo lo cual le va desarrollando un interés sexual sobre éste que actuará en adelante en su erotismo. O sea, que a no ser que el mundo se enloqueciera –tal y como el nuestro ha ido demostrando estarlo– lo más natural es que unos niños y niñas desnudos que estuvieran libremente jugando, pronto se percatarían de que sus genitales no son iguales y esto se les fijará en la mente desde ese momento, pero especialmente si sus padres les dejan saber desde una edad bien temprana, que ellos vinieron al mundo de personas iguales a ellos y que una de las cosas más bella en la naturaleza es la unión en pareja de una hembra y un varón para procrear. Si a esto también le añadieran que tienen que acoplar la vulva de una con el pene del otro para que el varón deje dentro de la hembra la simiente, y que esto es algo que se disfruta y que produce un intenso placer, de seguro que el desarrollo de la imaginación erótica por el sexo entre uno y otro estaría garantizada. Pero si todo esto se vuelve un tabú en el que ni siquiera los padres u abuelos saben cómo decirles a los niños y adolescentes como ellos vienen al mundo y mucho menos hablarles y explicarles de como tener relaciones sexuales sanas, además de que evitan que unos y otros de diferentes sexos se vean desnudos, duerman en el mismo cuarto y cama y jueguen entre sí sin que sean vigiladas sus actuaciones, pues en esas circunstancias difícilmente se establecería desde una edad temprana un interés del varón por la hembra y viceversa, dejándole el camino libre a la homosexualidad tan pronto como un depredador homosexualizado tenga la oportunidad de usar a unos de ellos para liberar sus impulsos lascivos.3

Cierto es que no siempre son depredadores sexuales los que inician a un muchacho a la homosexualidad, sino que es muy común que sean otros muchachos igual a ellos los que los inician. Pero esto no es un fenómeno que suceda gratuitamente sino que tiene sus causas. Durante la adolescencia –pero especialmente en el varón– se desarrolla un muy fuerte interés de los jóvenes por el sexo. O sea, que estos todo el tiempo piensan en el sexo y en tener una oportunidad sexual. Mas cuando ellos encuentran que les resulta muy difícil encontrar a alguien del sexo opuesto con quien disfrutar de ese deseo, sencillamente si ven una oportunidad de poder introducir su pene por el ano de otro muchacho, estos la tomarán casi que de seguro; no porque se exciten con un varón igual a ellos, sino que porqué mucho mejor que seguir esperando indefinidamente por la vagina de una muchacha –lo que podría tomarle años de espera por una oportunidad– ó bien por la de una yegua ó la de una perra, sería eyacular en el recto de un muchacho con voz infantil, sin pelos en el cuerpo y de carne blanda, siempre que ignoren que la penetración iría directamente a la bolsa de excrementos de aquel con quien se estuvieran consolando.

 Claro que esto no es todo. Son muchos casos en los que algunos adolescentes muy deseosos de amar y de ser amados se han percatado de que algunos de sus amigos son seres que emanan una adoración hacia su persona que puede confundirlos, algo así como deseos de amarlos si uno fuera una mujer, llegando a desear expresarle su simpatía con caricias de matiz sexual pero sin que esto sea necesariamente de sentido homosexual; lo que sí puede llevar esto último es a que se llegue a actos sexuales, provocados, bien por esa simpatía ó bien por el deseo de crear una escena sexual en la que éste último sintiera y viera a la mujer desde sí mismo.4

Si bien la obsesión que se nos pudiera formar en los deseos por disfrutar del placedor (pene) del hombre tiene un gran peso en el momento de buscar el placer carnal con alguien de nuestro propio sexo (y digo sexo por cuanto decir genero no es correcto), también –y especialmente durante la adolescencia–  una forma en la que se va creando el erotismo homosexual, es buscando la mujer mientras se participa en un cuadro sexual con alguien del mismo sexo. En muchos casos –sobre todo en los que a la homosexualidad se nos fuera arrastrado debido a las represiones sexuales existentes– la mujer es la intención primaria en toda ejecución del acto sexual del varón homosexual. Puede muy bien afirmarse que el erotismo homosexual por lo general está conectado a una visualización imaginada del acto sexual entre una hembra y un varón. Incapaz de saber dirigírsele a una hembra para con una intención sexual y mucho menos para ejecutarla, muchos adolescentes buscan relajarse de sus frustraciones sexuales buscando a la hembra mientras hacen de la hembra, de la misma manera que la mayoría de nosotros, cuando no hemos tenido a una mujer, más de una vez buscamos a la hembra usando batas y ropa interiores de alguna fémina para entonces masturbarnos mientras nos imaginábamos que las encarnamos en nosotros mismos a través de la fantasía que nos hacen sentir su ropa intima en nuestros cuerpos. Para entender esto basta con que seamos un poco observadores y nos demos al análisis. No es un secreto para nadie que la mayoría de las personas que tienen problemas para tener sexo con una mujer (homosexuales, pederastas, sicópatas, personas que crecieron en ambientes carceleros, convirtiéndose en presidiarios antisociales que difícilmente se podrían insertar en la sociedad y ser asimilados por ella, etc.) son personas que endiosan a la mujer, viendo casi que en cada una de ellas a una diva inalcanzable. Sobre todo –aunque existan excepciones– comúnmente los homosexuales endiosan tanto a la mujer como lo que un sirviente jorobado endiosaría a una princesa, aunque los estilos fueran diferentes: el jorobado estaría convencido que pretender a la diva sería un insulto grave, que la haría sentirse muy rebajada y humillada, por lo que la adoraría en secreto; el homosexual (persona del sexo masculino incapaz de sentirse suficientemente varonil como para pretender a una novia, sobre todo si es joven, bella y refinada), en cambio, se siente demasiado poco como ser humano como para creerse que se merezca manchar algo tan “sagrado”, lo que por consiguiente, no solamente no le permite tener una erección con la que insinuaría unas intenciones ó ganas, sino que, peor aun: no puede impedir –ante el desafió sexual de una hembra– que se les contraiga el pene, hasta casi que perdérsele, como si estuviera desnudo y a la intemperie en el mismo polo sur. Realmente nadie adora, se obsesiona y ama tanto a la mujer como los homosexuales. El homosexual es un ser obsesionado de la belleza de la mujer, siendo común el que estos tengan amores secretos y platónicos con ellas. Es muy bien sabido que los homosexuales se casan en una forma muy peculiar con las muertas, siendo de su preferencia figuras como fueron Marylin Monroe, la princesa Diana, y la cantante mexicana Selena, entre otras. Si alguna duda nos queda de lo que se ha tratado aquí, basta que seamos sinceros con nosotros mismos y hagamos memoria de las muchísimas veces que hemos sabido de homosexuales “innatos” que una vez que se hicieron el cambio de sexo, salieron a buscar una relación con una mujer; algo que antes se les hacia imposible (hasta el extremo de escandalizarse y de ponerse histéricos en el caso de ser acosados sexualmente por alguna de estas). O sea, que no es que no querían tener contacto sexual con una mujer sino que no se atrevían a tenerlo mientras tuvieran órganos sexuales masculinos, los que para ellos eran su peor pesadilla y frustración para con su vida sexual. El que una mujer se desnudara ante ellos ó el que se les incitara a desnudársele a una mujer con intenciones sexuales, siempre ha sido para ellos un grave problema –del que son incapaces de poder manejar– ocasionado por un estado de vergüenza exagerado.  Incluso, algo más que se ha estado notando es el hecho de que son muchos los homosexuales que están adquiriendo ahora muñecas de sexo para adorarlas secretamente. Sin lugar a dudas preferirían cadáveres de muertas que fueron bellas, pero esa posibilidad siempre ha sido vista como una aberración por la sociedad.
 Son muchos los transexuales que casi inmediatamente que se cambian de sexo se van a vivir con una lesbiana -sobre todo con alguna que quiera parecerse a un hombre-, pues el factor psicológico que antes les impedía el acostarse con una mujer... es desaparecido con la eliminación del "pecado u horror" que representaba el pene, o sea, el mostrar sus geniales ante alguien del otro sexo. Lo que sí es lo menos cierto de todo esto es que busquen transformarse en mujeres para así poder atraer a un buen candidato macho para que las ame. El macho aquí no representa más que un papel secundario,...él es simplemente un suplemento para con la fantasía de aquel, él es el "dime que soy mujer, que soy bella, que te gusto". La realidad es que no le gustan tantos los machos sino que lo que ellos vienen a representar en sus fantasías. Lo que realmente les gusta es la mujer, a la que llevan consigo a todas partes durante todo el tiempo; son, definitivamente, unos obsesionados enamorados de la mujer, de las que adoran el todo, desde su cuerpo hasta su modo de vestirse, de gustarle a los demás, de tener sexo. Al igual que existen hombres heterosexuales y apasionados por las hembras que solo se sienten sexy si usan y se mueven con ropa femenina, creándose la necesidad de usar estas diariamente para así mantener vivo su erotismo heterosexual, así también hay varones obsesionados con las mujeres y que van mucho más allá de travestismo en su desesperante búsqueda de un acercamiento con una fémina, por lo que recurren a la transexualidad, bien por una necesidad erótica ó bien como una necesidad para vencer prejuicios sobre su propio sexo, ó ambos.
 Todavía hay más: si existen féminas con las que muchos homosexuales sí son capaces de excitarse, hasta el punto de tener erecciones tan intensas que solamente podrían causárselas a los más machos de los hombres, muchachas muy exóticas y atractivas. Sin embargo, las que hacen reaccionar así a dichos homosexuales, son los seres humanos menos atractivos sexualmente, o sea, las ancianas débiles y solitarias pasadas de los ochenta. Bien sea por que el homosexual vea en estas la oportunidad de probar por primera vez la vagina de una mujer desde una persona normalmente abandonada y en la soledad y que ya haya pasado a ser un ser insignificante incapaz de presionarlo sicologicamente o de demandarle nada como sí lo haría una mujer que todavía se sintiera fuerte y capaz, ó bien porque en ellas ven a seres con muy poca mente y voluntad para el desafió, lo cierto es que las ancianas tienen un gran potenciar de excitar a muchos homosexuales; algo que ninguna otra mujer puede conseguir. Y aunque a los homosexuales no sean a los únicos a los que los exciten las ancianas y que, además, en los muchísimos casos de ancianas violadas sexualmente, posiblemente nunca ó rara vez estuvo un homosexual involucrado, esto no afecta en lo más mínimo la realidad de que el muy común temor y respeto del homosexual a la mujer, casi que desaparece en presencia de una anciana, lo que les provoca deseos de poseerlas.

Para entender esa emanación de adoración sexual tenemos que entender que la gente joven es linda y mucho más sana de mente. A la gente linda se le quiere, sin importar el sexo del que se trate. En un medio en el que se reprime ó se dificulta enormemente la libertad sexual y de amar entre los adolescentes de diferente sexo, pueden surgir unos sentimientos y unos amores de varón hacia otro con características similares a lo que se siente por algún ídolo deportivo ó de la música cuando no se tiene ni nunca antes se ha tenido a esa persona a la que solemos llamar la más importante de nuestra vida: una muchacha de nuestra edad de la que estuviéramos enamoremos. Entonces sucede con frecuencia que surja una especie de “amor” de un amigo hacia otro del mismo sexo que no tiene nada que ver con inclinaciones homosexuales pero que si pueden confundir y en algunos casos generar situaciones que más tarde podrían motivar la homosexualidad. Por supuesto, las personas ya homosexualizadas negaran esto en su egoísmo; ellas niegan que el problema esté en la negación de libre acceso de las hembras y los varones para que puedan expresarse sus sentimientos; ellas dirán que el problema está en que una parte repele a la otra; en que una parte no quiere reborcarse con la otra por cuanto la rechaza sexualmente.
Normalmente en la niñez, la primera experiencia sexual es la que se nos fija, especialmente si otras experiencias sexuales no le siguieron a aquella (las que están reprimidas en los niños y que solo ocurren raramente, sea que se den con otros niños ó con adultos). Y si ésta primera experiencia sexual fue de carácter homosexual y se repitió sin que se alternara con otras de carácter heterosexual –algo que es sumamente probable de que será el caso–, lo cierto es que la visualización del acto sexual tendería a acomodarse en la mente de quien lo experimentó hasta crearle un erotismo que lo llevaría a desear repetir la misma experiencia en la búsqueda del placer sexual según lo conoció. O sea, que si uno es asaltado sexualmente por alguien de nuestro mismo sexo en un momento en el que aun no se ha creado un interés sexual por los del sexo opuesto ni se nos ha formado una imaginación erótica de tipo heterosexual, pues ese ser se hace sumamente vulnerable al desarrollo en su mente de un interés sexual con alguien de su mismo sexo así como de un erotismo homosexual. La realidad es que las más de las veces una persona se homosexualiza porque alguien lo inició en una edad bien temprana. Y la experiencia que ellos experimentaron fue influenciando en sus mentes continuamente, no solamente debido a la experiencia misma –cuál se quedará en la mente como la última memoria por un largo periodo de tiempo, ocupando la intención sexual de éste– sino que, especialmente porque en la sociedad en la que nosotros estamos viviendo hay muy pocas oportunidades reales de que personas de diferente sexo lleguen a darse uno al otro. Lo que es mucho más posible es que el sexo se dé entre esos con quienes uno tiene mucho más libertad para estar entre ellos, o sea, varones con varones y hembras con hembras. Y considerando que el homosexual varón es, por lo general, una persona infinitamente más agresivo sexualmente que la mujer heterosexual, pues los chances de tener sexo una y otra vez con el mismo agresor sexual ó con otro de su mismo sexo, es enormemente más probable que el tener sexo con alguien anatómicamente diferente.
Pero esto no se queda aquí; sería ser muy simplista si dijera que aquí radica todo el asunto; esto es casi que infinitamente mucho más complicado. Entre otras muchas cosas, puede ser que uno llegue a la adolescencia sin haber tenido relaciones sexuales con nadie, ni de uno ni del otro sexo. Y esto también es un gran problema. Los tabúes sexuales en torno al sexo generan un respeto entre hembras y varones, asociado a temores, que inhiben la sexualidad y que llegan también a influir en las decisiones sexuales futuras. Si uno no sabe como franquearse en sus intenciones con alguien del sexo opuesto; ó lo que es peor: si cuando uno –un varón– intenta dejarle saber a una hembra que ella le gusta ...que está interesado en ella ó que desea contacto sexual con la misma, y es inmediatamente invadido por emociones que le provocan tartamudeos y titiriteos en el movimiento de la boca así como temblores incontrolables en las piernas y el resto del cuerpo,5 esta persona difícilmente se atreva en lo adelante de intentar cortejar a una muchacha para así evitar el ridículo y el momento de gran vergüenza que pasará ante ella si le vuelve a suceder lo que de casi seguro se repetirá. Por increíble que parezca, para muchos adolescentes y no tan adolescentes hay mucho menos sigilo en tomar una escopeta y asaltar un banco, que en tomar una rosa roja y ofrecérsela a una belleza femenina de cuál estuviera enamorado ó muy interesado. Es más fácil entrar a un banco tirando tiros al aire y ordenando que le llenen la bolsa que el decirle a una muchacha que ella le gusta y que quiere que sea su novia. Sin embargo tampoco le resultaría muy difícil en su frustración y cobardía burlarse de ella y decirle estupideces y frases despreciativas aun cuando en realidad se estaría muriendo de amor por esta. Todos hemos sido jóvenes y todos, por lo tanto, sabemos de qué estamos hablando.

A la mayor parte de los adolescentes les han temblado las piernas, se han ruborizados, han tartamudeado y han deseado ser tragados por la tierra cuando han tenido a una linda muchacha delante esperando por sus palabras amorosas. La emoción que le causa la presencia del tesoro que tienen delante es tan grande que hacen el mayor de los ridículos. Cuando esa misma situación se repite una y otra vez, normalmente el joven ó se queda solitario durante un largo tiempo de su vida ó busca atraer a una muchacha que no es exactamente la que le gusta. Mas cuando el sexo de las más de las mujeres es endiosado por éste, el resultado es que termina, ó por homosexualisarse ó por odiarlas y/o por desear volverse una de ellas ó bien volverse un violador y asesino de estas –cuando se atreven a llegar tan lejos–. Así como los perros que cuando fueron pequeños se quedaron frustrados de no haber podido jugar con los gatos, persiguiendo a estos y dándole muerte cuando son grande, de la misma manera muchos –quizás la mayoría– de los seres humanos llegan en algún momento de sus vidas a odiar, a tenerles rabia, y hasta llegar a desear matar ó castigar severamente a quienes siempre se le alejaron de su cariño.

El homosexual no es más que una persona que se acobardó en un nivel un poco más alto que el de la cobardía promedio que está en todo el mundo, cobardía que el hombre la manifiesta tomando actitudes que no se parecen más a la de otro animal que a las del perro mismo. Así, es muy común ver que los perros son guapetones detrás de una cerca o cuando están dentro de un automóvil viajando con el dueño; entonces le ladran a todo el mundo. Es lo mismo que hacen los hombres (o que hacían, por cuanto ya ni siquiera esto lo hacen) cuando están viajando dentro de un automóvil: piropean a todas las hembras que vean por el camino y que les vengan en ganas, pero cuando están a pie caminando junto a ellas, las respetan con el mismo temor con que respetan a las rudas mujeres policías, cuales pudieran atropellarlos a golpes si les dijeran las cosas que les dirigen a las muchachas desde las ventanas de los carros.
 El homosexualismo es respeto y temor a la mujer (especialmente a las bellas) en un grado tan alto que sencillamente no pueden cortejarlas, por lo que renuncian a ellas. El hombre que le tiene demasiado respeto y temor a la mujer y que se avergüenza fácilmente ante una insinuación o posibilidad de contacto sexual ó de romance con ella, ese es el más común de los hombres homosexuales. A estos les es como que demasiada la impresión que ellas les causan. Y saben perfectamente que van a hacer un gran ridículo, que no se van a saber comportar a la altura de las circunstancias. Es como si fueran a profanar algo sagrado, más sagrado que lo que puede ser para un hombre heterosexual su propia madre, a la que con mucho menos dificultades éste la poseería si ella se le insinuara. Con esto quiero decir que según mis más profundos análisis, el homosexual varón innato no existe; lo que existe son, ó bien hábitos sexuales muy dominantes que absorben toda intención sexual de la persona ó bien un problema de temor y de respeto hacia la mujer, que cuando llega a extremos graves, esto causa que el individuo, ó bien se homosexualize, ó bien que se vuelva un violador psicópata ó bien que se una a una mujer sin el más mínimo atractivo sexual.
 Casi todos los varones crecimos distanciados de las hembras de la misma manera que los empleados son distanciados de los jefes para que prevalezca “un respeto” entre ellos, un respeto que en muchos casos, en nuestras circunstancias actuales, es capaz de bloquear irreversiblemente las relaciones entre personas. En un mundo machista, feminista, sexualmente agresivo e intimidado por el orden policiaco y judicial y en el que obviamente las relaciones humanas están bloqueadas y reprimidas debido a las muchísimas sospechas y desconfianzas que se han generado entre las personas de diferentes sexos y razas, el que un adolescente varón crezca con una inexperiencia total de relaciones sexuales con una hembra, es algo que puede volverse desastroso en su desarrollo sexual.

El machismo y la violencia y agresividad varonil es una consecuencia de la represión sexual, cuál exacerba los problemas sexuales ya existentes. Como no todos los varones tienen una naturaleza machista que esté dispuesta a desafíos por una hembra, muchos optan por abandonar la idea de buscarse en la escuela ó en el barrio a una amiguita íntima por temor a no ser capaces de enfrentarse a las provocaciones de celos u envía de otros varones “abandonados por el amor” que se indignarían y se sentirían provocados (de celos) por alguien “inferior a ellos” que tuviera la gran suerte de tener novia, mientras que ellos no. Esto es algo que no se admite, pero sí es algo que es bastante común. Cuando un adolescente se encuentra ante una situación como esta –muchachos que por lo general son afeminados ó que carecen de destreza ó de condiciones físicas para el combate de puños con otro varón, conociendo que de seguro serían ridiculizados si se van a una pelea– la única esperanza que le queda es el favor sexual que les pueda brindar alguna fémina que esté en la familia (sea una prima, una tía, una hermana, ó hasta la misma madre), ó bien que alguna “depredadora sexual” haga el milagro de aparecérsele en su vida y así lo salve de una homosexualización casi que segura, un milagro que es raro que se dé porqué, aunque son muchas las mujeres que se prestarían para ello, son muy pocas las que se atreverían a desafiar a un sistema de justicia absurdo que de seguro las encarcelaría por muchos años si este se llegara a enterar de un enredo sexual entre una mujer adulta y un adolescente; es así como los sistemas judiciales de países como los Estados Unidos de Norteamérica actúan como aliados de la homosexualidad.
 Si tomamos en cuenta la realidad de que la mayoría de las hembras viven con miedo en este mundo violento –miedo que aparece en ellas desde que dejan de ser inocentes y ver la vida tal y como es– debido a que saben que sus agilidades físicas  y la naturaleza de sus manos no les permitirían defenderse muy bien de un varón que las atacara, así también muchos varones viven con miedo de ser atacados por otros varones, por lo que evitan hacer nada que pudiera provocarlos a desatar sus furias contra ellos en un mundo en el que por lo general no se castiga a las peleas callejeras, sin importar si el provocador tenía grandes ventajas físicas sobre su víctima. Si las hembras viven con miedo de los varones, la realidad es que los varones insuficientemente masculnos viven con más miedo de los otros varones, pues las hembras por lo general son respetadas y, además, son defendidas por otros varones de ser agredidas. Pero nadie defiende a un varón de una golpiza, incluso hasta cuando le fuera propinada por más de un agresor.

Otro fenómeno que ayuda a distanciar las relaciones entre varones y hembras, sobre todo cuando son adultos, es el sistema social mismo, cual hace que las personas sean financieramente especulativas, haciendo que la mujer cree expectativas irrealistas de los hombres. Por naturaleza, la mujer quiere esperar del hombre un superman que todo lo puede, y que jamás se ablande antes situaciones difíciles, algo que realmente era mucho más realista esperarlo del hombre de las cavernas, pero no de un hombre actual que está sometido por el estado policiaco, cual está siendo puesto cada vez más al servicio de las feministas y de todas las demandas de ellas para atropellar más a los hombres y reprimirlos en caso de que reaccionen violentamente.
En el mundo en que vivimos, para muchas mujeres el hombre es como un peligro comparable al de un pozo hondo y obscuro en el que no se arriesgan a entrar a no ser que sepan que en el fondo hay peces grandes, o sea, seguridad económica. La enorme dificultad inicial para empezar una relación, más la incertidumbre que hay de por medio ante el hecho de tantas parejas fracasadas, al mismo tiempo en que, azuzada por el feminismo, se ha disparado la agresividad de la mujer (haciéndose incontrolables en sus arrebatos de rebeldía injustificada), hacen que la mujer, especialmente las que ya dejaron la inocencia de la juventud, sean muy precavidas  y suspicaces antes de decidirse por un compañero (lo que muchas veces les toma muchos años de su vida), algo que es un ingrediente negativo más, que fusila cualquier intención amorosa por una mujer en alguien que ya se había dirigido al homosexualismo ó que se encaminaba hacia él.
 El que el hombre moderno haya tenido que someterse al estado policiaco y renunciar a su bravura y masculinidad, especialmente cuando en su relación con la mujer se trata, es una situación tan desestabilizadora y desmoralizadora en su personalidad que difícilmente la naturaleza masculina actual pueda aceptarlo sin que lo afecte sexualmente. Es así como los sofisticados cuerpos represivos que se han creado para proteger los intereses mezquinos de sus celadores, van logrando cada día más mongolizar al varón, quién deja de fantasear que de sus músculos y habilidades podría valerse para hacer justicia ó para hacer valer su dignidad –bien resolviendo a puñetazos una disputa ó bien buscando escapar de las humillaciones de los que lo explotan, arrebatándole un poco de su poder–, todo lo cual lo va desintegrando de su esencia y lo va convirtiendo en ser acobardado y manso que se siente mejor cuando se humilla hasta lo más profundo –o sea, cuando se homosexualiza para negarse a reproducir su deformación–, que cuando pretende sostener una posición ante la vida que sabe que va a ser ridiculizada si intenta revelarse contra el sistema creado. En un hombre que va a las salas de los cines a aplaudir a los superhéroes de la pantalla porque todavía cree que la injusticia no debe pasar impunemente, el encontrarse con la realidad de que no puede hacer nada para evitar su fusilamiento moral, esto es algo que lo reduce al nivel de una persona hechizada y vencida.
Para entender mejor la cobardía y degradación que se puede ir generando en los hombres ante el “terrorismo” de los poderes policíacos omnipotentes, basta con que notemos las consecuencias del sometimiento forzado de éste a las trampas que en las sociedades modernas han sido colocadas en todas partes para atraparle en caso de que intentara reaccionar contra el orden dominante: el hombre–héroe actual es el que se presta para ejercer los desmanes del estado y no que uno que se oponga a estos. No es que ya no sea necesaria la fuerza de los músculos y de coraje en el hombre porque vivamos supuestamente en una muy buena sociedad civilizada; el problema es que esos atributos del hombre han sido neutralizados y reducidos a un “pujo” por el omnipotente estado policíaco, contra el que no se puede luchar y cuál no le deja otra alternativa que seguir los parámetros del juego impuesto por el sistema, reduciendo al hombre a un simple soquete manipulado sin posibilidades de poder pensar de otra manera que no sea de la forma en que el sistema le señala que tiene que pensar y de dirigirse en la vida. En un mundo en el que la injusticia, la hostilidad y los abusos reinan por todas partes, el que los padres y esposos actuales no sean más que unos monigotes a los que ya nadie respeta –y de los que sus hijos y esposas no se sienten orgullosos por cuanto estos carecen de agallas para enfrentársele a un orden acobardador que no tendría piedad alguna en aplastarlos–, no solo lo ha disminuido como hombre en lo físico y en lo moral sino que también en lo sexual, pues ha dejado de representar una emoción erótica para la mujer, cuál desde niña ya lo veía como un cobarde que se amedrentaba fácilmente hasta con los más mínimos problemas, resultándole en un ser despreciable con el que sabe que no podría contar para enfrentársele al difícil mundo en el que vivimos. Así como el terror que se le puede infundir a un niño encerrándosele en un cuarto obscuro puede provocarle que éste pierda la virilidad y que se homosexualize, así también crecer con miedo a rebelársele a los atropellos diarios del sistema absurdo que nos gobierna por temor a las fuertes represalias, pueden causar que las personas prefieran homosexualizarse para encajar mejor dentro de ese mundo que los avergüenza y atemoriza. De la misma manera que la mayoría de las mujeres viven temerosas por que están conscientes de que no cuentan con las fuerzas ni las habilidades para enfrentarse a los agresores de nuestro mundo violento, así también el hombre vive lleno de miedo ante su impotencia para hacerse valer, desarrollándose en él un espíritu cobarde asociado a respetos creados para dominarle, que en muchos casos puede ganar tanta fuerza en su mente que lo debilita física y emocionalmente, creándole paranoias y atemorizándolo así como la mayoría de las mujeres viven atemorizados de los demás.
 El que la homosexualidad haya sido aceptada en la sociedad no significa que esto haya ayudado en lo más mínimo al homosexual a ser feliz; nada asusta más a un homosexual, sobre todo cuando aun son jóvenes, que el pensar que toda su vida será homosexual –aun hasta cuando de manera irritante digan lo contrario–. Una cosa es lo que la política de un gobierno establezca y otra son los resultados reales. Con los llamados derechos de los homosexuales a vivir de acuerdo a lo que se le llama “sus preferencias sexuales” no se ha hecho más que abandonarlos ante las impotencias e incapacidades de la sociedad para ayudarlos; todo lo cual ha estado detrás de intereses mezquinos, tanto políticos como monetarios; los primeros tienen que ver con las pretensiones electorales de los diferentes partidos políticos y de las faltas de valentía ó de capacidad de conocimiento realista de sus candidatos, últimos cuales están siempre dispuestos a renunciar a los principios e incluso a sus derechos de libertad de expresión y de pensamiento, reprimiéndose ellos mismos el exponer sus puntos de vista, con tal de ganarse el voto de cualquier grupo que esté en una disputa de índole ética con cualquier otra parte de la sociedad. Como muy bien todos hemos notado, en las llamadas democracias, a los candidatos políticos a los diferentes cargos lo que les importa es lograr los votos mayoritarios para lograr sus objetivos. Y según las intransigencias y radicalismos de los diferentes grupos de votantes, estos establecen una estrategia con vista a ganar las elecciones. Sabiendo ellos que los grupos de homosexuales y lesbianas –así como los de las feministas y los de ciertas minorías como los negros y judíos– son mucho más susceptibles, intransigentes e irritables7 que el resto de la sociedad cuando no se sienten complacidos con sus demandas y maneras de sentir ó cuando suponen que se les discrimina, sean reales ó no, pues estos apuestan a que complaciéndolos, de seguro se ganarían el voto de ellos, mientras que los votos que dejarían de obtener del grupo que compone a la mayoría votante de la sociedad, en represalia por hacerse los alcahuetas de aquellos, serian realmente insignificantes en la contienda electoral. Considerando estas realidades que son evidentes, sería muy ingenuo dudar el que nos estamos acercando a tiempos en los que no solamente serán aceptados –con todos los derechos legales– los matrimonios entre personas de un mismo sexo, sino que también ello traerá consigo el que un día no muy lejano los pederastas y pedófilos se organicen políticamente y así obliguen a los partidos políticos más fuertes a que consideren su poder de voto, con cuál presionarían para lograr sus objetivos, lo que llevaría a despenalizar la sodomía con menores de edad, siempre que sea con alguien del mismo sexo.8 Por otra parte los intereses monetarios tienen un enorme peso en todo tipo legislación relacionada con la homosexualidad, debido a las presiones de las directivas de grandes negocios, quienes se han sumado a la labor hipócrita de defender lo indefendible temerosos de que, con su alto poder de compra, los homosexuales y lesbianas reaccionaran histéricamente y boicotearan sus empresas y productos no solo si se atrevieran a criticarlos sino que incluso si no se sumaran a los que los soportan. De ahí que la mayoría de los grandes medios de comunicación y de las grandes empresas comerciales estén supeditadas a las posiciones y demandas de los homosexuales, esforzándose enormemente para demostrarle su complacencia con ellos, todo esto a un nivel tan cobarde que si bien dicen ser amigos de los homosexuales, no se atreven a decir al mismo tiempo que son amigos de los heterosexuales para evitar así irritar a los primeros; una cobardía que envalentona a los grupos de gay y lesbianas, creyéndose dueños del mundo en el que vivimos, y en el que solo lo que ellos dicen es lo que es oído. Sencillamente ninguno de los grandes medios de comunicación se atrevería a arriesgarse a que grandes compañías embotelladoras ó de venta de comida rápida, etc., les retiran los anuncios y comerciales si dijeran algo que irritara a los homosexuales, algo así como sucedió en los primeros años de la década del setenta, cuando una anunciadora de una marca del jugo de naranja tuvo que ser despedida de su trabajo debido al boicot que los homosexuales le hicieron a tal producto en represalia por criticar públicamente a la homosexualidad. O sea, que no es que se esté comprendiendo ni condescendiendo con la homosexualidad sino que se está claudicando ante ella; nadie, ni los mismos homosexuales, cree que la homosexualidad sea buena. El problema real es que ante nuestras incompetencias e impotencias para explicar bien el fenómeno y mucho menos para resolverlo, las mejores intenciones humanas cedieron ante las campañas sentimentalistas de grupos llamados de derechos humanos, quienes tanto en el cine como en la televisión y la prensa han ido creando una imagen sana e inofensiva de la vida entre homosexuales (o sea, de repudio de una parte hacia la otra por no serdel mismo sexo), con lo que buscan que se acepte que tan natural como lo es el acoplamiento entre un pene y una vulva, también lo es el acoplamiento entre un pene y la bolsa de excremento entre personas de un mismo sexo.

Tan susceptibles, intransigentes, radicales e histéricos son los grupos de homosexuales que hubo un caso en Francia en el que miles de ellos se lanzaron a las calles a repudiar a una primera ministro francesa porque alguien recordó que ella había dicho muchos años antes de ocupar ese cargo, que los hombres deberían de piropear a las mujeres para que las hicieran sentirse deseadas, incluso, si fuera necesario, hasta con el empleo de una grosería, si de otro modo no supieran hacerlo, ya que ello, a su criterio era mucho mejor que no decirles nada.
El que alguien recordara que ella había dicho esto hizo saltar a las lesbianas y homosexuales, quienes consideraron sumamente ofensivo para ellos la opinión de esa ministro, a la que acusaron de clitorismo porque tenía consciencia de los estragos de las represiones sexuales. Para las lesbianas, el instar a los hombres a que piropeen a las mujeres es una provocación por cuanto ellas odian que los hombres las miren con deseos ó que las pretendan, además de que las pondrían en desventaja en la competencia por las hembras. Mientras que para los homosexuales esto es una provocación por cuanto ellos no piropean a las mujeres, con lo que dejarían saber lo que ellos son si esa propuesta se popularizara, además de que también un hombre más atrevido y desafiante les resultaría desventajoso en la competencia por los machos.

El que haya abundado tanto en estos asuntos de hipocresía política es algo que se hace inevitable para poder entender realmente el porqué han venido sucediendo las cosas en la forma en que han estado ocurriendo.

Cierto es que no solamente el sexo anal es practicado por los homosexuales, pero solo en casos muy raros existen parejas en la que una parte ó ambas se hayan dislocados sexualmente de tal manera que prefieran el sexo anal que el sexo con el acoplamiento de sus genitales. Sin embargo si existen muchos casos en los que el sexo anal es rechazado de plano por ambos. Pero esto es lo de menos: al varón le gusta la hembra y a esta le gusta el varón. Les atrae su voz, sus olores, sus sabores, su figura, su modo de ser. Y ante todo esto, cuando se gustan, pueden facilitarse las cosas para experimentar una que otra fantasía derivada de nuestro mundo enajenado (o sea, de nuestro mundo sexualmente confundudo), que normalmente no cambian los hábitos sexuales tradicionales.
 Los homosexuales siempre han tratado de encontrarle justificaciones a lo que ellos le llaman de “sus preferencias sexuales”, recurriendo incluso a supuestos ejemplos en la naturaleza, de los cuales muchos de ellos no han sido otra cosa que fenómenos ó malas interpretaciones de los que las han presentados como muestra de homosexualidad en algunos animales. Cuando por propósitos de refutación les conviene en una discusión, los homosexuales quieren creer que ellos nacieron así ó que prefirieron ser así, para todo lo cual buscan cientos de justificaciones, mientras que a su vez luchan intensamente por convencer a los heterosexuales en los que se interesan para que se unan a ellos en una vida homosexual. Sin embargo, rara vez ó nunca se ha visto a un homosexual justificar lo que él tiene (un pene) para decir que a pesar de que está lleno de hormonas femeninas que lo declaran mujer, el optaría por la heterosexualidad por estar mejor conformado físicamente para ello, mientras que sí tratan de convertir en homosexuales a quienes no han desarrollado tales hábitos.
 Para intentar abandonar la homosexualidad, la persona tiene que conocer lo que está pasando con él mismo y en todo su entorno. Puede ser que uno nazca afeminado, lleno de hormonas femeninas que se vean hasta en la misma piel. Y que ese afeminamiento se refleje en nuestra conducta, actitudes, modo de hablar, de caminar, de tirar una piedra, de agarrar un arco y una flecha, de martillar, o sea, de hacerlo todo como lo hace una hembra. En nuestro mundo actual esto casi que imperdonablemente nos arrastrará hacia la homosexualidad, pero ni siquiera en este caso particular podemos decir que estamos hablando de un homosexual innato. Sí: se le va a desarrollar un erotismo homosexual a más tardar para cuando el comienzo de la adolescencia, y de seguro que se va ha homosexualizar. Pero si con libertad hubiera sido acosado sexualmente por una maestra, por una tía, por una prima, por una hermana ó hasta por su propia bella y joven madre, de seguro que no se hubiera homosexualizado, puesto de que entonces hubiera desarrollado un erotismo heterosexual. Aquí lo que se necesita es quitar los obstáculos y las penalidades para que así al menos, los tabúes y prejuicios que llevan a la homosexualización, no jueguen su papel desestabilizador en la conducta sexual de las personas. Y una vez que menos varones se homosexualicen, de seguro que muchísimas menos hembras lo harán sin que siquiera se les ayude. Nadie quiere ser homosexual, como nadie quiere ser fumador, aunque digan lo contrario. Ningún homosexual ni ningún fumador quiere que su hijo sea una u otra cosa. El que uno no pueda luchar contra adicciones sexuales ó tabaquistas adquiridas eso no quiere decir que uno se las desee a sus seres queridos. Cuando uno está atrapado en una de estas adicciones, realmente es cruel el que se les acose, se les reprenda ó se les discrimine. Pero lo que no se ha de dejar de reconocer es que ellos no son felices con lo que están viviendo ó que bien pudieron haber vivido algo mucho mejor, por lo que si bien hemos de respetarlos, también debemos de dejarnos de tanta hipocresía en un asunto que genera mucho sufrimiento y disconformidad social.
 Mientras las posibilidades del hombre de comunicarse libremente con la mujer sigan bloqueado, la homosexualidad seguirá siendo una parte significante de nuestra sociedad. Definitivamente, la represión sexual, la violencia machista, el sistema de justicia y la falta de comunicación entre las personas de diferente sexo es lo que genera y promueve la homosexualidad.

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