
Imaginarse a las mujeres matándose entre ellas no parece ser algo que se conciba en nuestra mente. Mujeres matando hombres puede concebirse, pero mujeres matando mujeres, eso es algo inimaginable; solo si fueran lesbianas podrían sentir pasión por destruir y matar, pero no así una mujer que creciera pensando en ser madre y en encargarse del cuidado de sus hijos.
Aparte del gran beneficio de librarnos de las guerras destructivas, así como de la destrucción de la fauna y de la flora de nuestro planeta, un mundo gobernado por mujeres sin la menor duda seria un mundo también mucho más generoso con el hombre, y sobre quien se ha exacerbado en los últimos años su condición de ser inferior –sobre todo el hombre blanco–, pasando a ser considerado como un humano más primitivo que necesita ser pulido, siendo visto como pertenecientes a una segunda e incluso de tercera y cuarta clase, por debajo no solo de la mujer, sino que también últimamente por debajo también de los grupos de homosexuales y lesbianas.
Solamente hay un mundo que podría funcionar bien o mucho mejor que el presente: O es un mundo en el que la mujer o lo femenino no tenga ninguna intervención en las decisiones de los hombres y en el que sus opiniones no contaran, o es un mundo en el que la mujer tuviera todo el control. O sea, los sexos, donde haya una diferencia muy notable de lo femenino con lo masculino, no pueden compartir el poder, pues siempre existirán complejos –especialmente de parte de la mujer– que la pondrán en contra de las decisiones de los hombres solo por irle a la contraria para demostrarles que tiene criterios propios; un mundo así no funciona, por lo menos en nuestros tiempos; hay demasiados complejos e histeria en la mujer en su relación con lo que piensan los hombres como para que puedan cooperar con ellos en la creación de un mejor mundo. A la gente no le gusta compartir el poder, mucho menos si sus sexos, razas o ideologías son diferentes. Si los procomunistas no pueden compartir el poder con los procapitalistas, mucho menos unas arrebatadas de feminismo radical extremista podrían compartir el poder con los hombres; siempre pensaran que ellos se creerán más inteligentes que ellas y les irán a la contraria en todo lo que digan. Más o menos lo mismo pasa en Sudáfrica: los negros siempre se oponen a lo que piensen los blancos, pues sea por sospecha, sea por la rabia que aun conservan de los tiempos pasados en los que los blancos no los dejaban gobernar, o sea por ser menos feos que ellos, siempre les irán a la contraria. La otra alternativa es un mundo gobernado por lo masculino, incluyendo a mujeres dentro de esa categoría. O sea, todas las mujeres que se consideraran masculinas y sintieran como tales y que tuvieran las mismas sensibilidades de los hombres, de manera que no se ofendieran por el lenguaje de este ni por su forma de dirigírseles, formarían línea con ellos, usando, incluso, los mismos baños públicos que ellos.
Un mundo en el que la mujer no tuviera modo de poder quejarse ante los hombres de estar siendo abusada y discriminada por cuanto ella tendría todo el poder legislativo, ejecutivo y judicial, sería un mundo en el que la mujer se dejaría de posiciones y reclamaciones contraproducentes para ella misma solo por irle a la contraria a los hombres; el problema que restaría sería el si esa mujer podría cooperar en un poder multirracial, multicultural y multi ideológico, sin que las negras sintieran complejos de lo que se pensara salido de blancas o de mujeres de otras culturas o ideologías; algo que se ve muy difícil. No obstante, ese gobierno sí beneficiaria un tanto a los hombres y a la mujer misma. Lo más probable es que ese gobierno al menos liberaría a la mujer de ciertas ataduras sexuales que les fueron impuestas por los hombres, entre ellas la relacionada con el castigo al sexo según las edades de los implicados, por lo que sin duda alguna ellas derogarían las leyes absurdas como esa que castiga a la mujer que tuviera sexo con niños u adolescentes, lo que traerá grandes beneficios sociales de una gran repercusión. Sin la menor duda, la mayor parte de las leyes que castigan severamente los llamados delitos sexuales serían modificadas para hacerlas menos severas al dejar la mujer de victimizarse y de ver un asalto o acoso sexual como algo sumamente humillante que merecería el mayor de los escarmientos. Estos cambios, traerían otros cambios en la actitud y comportamientos de los humanos que podrían poco a poco generar grandes cambios beneficiosos, entre ellos un mejor entendimiento y trato entre todos los seres humanos.
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