Después que nos damos cuenta de que el bien no tiene la menor oportunidad de llegar a establecerse entre nosotros, la única alternativa que nos queda es la de poner nuestras esperanzas en que todo lo "malo" que nos está pasando sea lo que realmente le da sentido a la vida y ahí que, intencionadamente o no, todo se vuelva insalvablemente complicado para librarnos de lo que realmente más nos conviene. En la realidad en la que vivimos, solo los más osados y los que carecen de ética moral, son los que, empujados por sus ignorancias, llegan a atreverse a buscar por todos los medios la manera de lograr liderar a los pueblos, personajes que carecen de la visión necesaria para ver las enormes dificultades insolubles que hacen imposible un entendimiento entre todos los seres humanos de la Tierra, lo que inexorablemente nos condena a seguir fracasados.
Mas que eso, todavía ni siquiera ha existido un pensador humano en quien le hubiéramos podido confiar la creación de un nuevo orden que fuera capaz de crear justicia, prosperidad y felicidad para todos. Ante esta realidad lo único que nos resta es poner todas nuestras esperanzas en el mal, cual sin siquiera proponérselo conscientemente, podría traernos la herramienta mecánica (las ideas posiblemente nunca aparecerían) que forzaría a cambios universales insospechables que llevarían a los seres humanos a resolver sus necesidades materiales sin entrar en conflictos entre ellos.
Si nos salváramos de una destrucción masiva provocada por los cambios climáticos, por guerras nucleares o por otras causas, la dependencia en los humanos para producir bienes será sustituida por las máquinas, las que serían aprovechada por los líderes del mal para mejorar materialmente la vida de las personas, y con lo que buscarían que les reconociéramos su "justicia y generosidad". Como consecuencia de esto, a la larga, los demonios que dominan en las mentes de las personas irían perdiendo su control sobre ellas una vez que se sintieran liberadas de las presiones a las que estaban sometidas por la esclavitud del salario, la que ya no sería necesaria.
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