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Una apología a Irene Montero




Un hombre de 22 años con su esposa de 9 años en una relación en la que la niña no parece estar traumatizada por las veces en las que tuvieron coito.

"Los niños pueden tener relaciones sexuales con quien les dé la gana." Irene Montero


Tanto en la antigüedad como ahora los matrimonios han sido siempre como una licencia o permiso para tener relaciones carnales entre dos o más personas. Unos cien años atrás (o menos) esos permisos se les daban, incluso, a niñas aún en la pre adolescencia que se habían enamorado o se habían sentido atraídas por hombres adultos y a los que quizás ya se les habían entregado, forzando casamientos en algunos casos. De manera que cuando sus padres asentían para que se unieran como pareja, sin la menor duda lo hacían conscientes de que les estaban dando permiso para tener coito, y que, por tanto, la niña recibiría en su interior el bien desarrollado pene de su amante; algo de lo que pareciera que no tuvieran la más mínima preocupación de que ello la pudiera lastimar interiormente. De no ser así se habrían opuesto firmemente a una unión en la que sin la menor duda iba a haber acoplamiento sexual de uno con el otro. Tomando esto en cuenta la pregunta que cabe hacernos es: a partir de que edad se podría considerar a una hembra -inocente y libre de la influencia negativa de los pensamientos prejuiciosos contemporáneos- como lista para recibir un pene desarrollado dentro de su organismo.

  

 (Cuando consideramos los alegatos de muchos homosexuales -quienes en sus egoísmos por satisfacer sus apetitos carnales- aseguran que lo que afecta y traumatiza a los muchachos que son sodomizados por adultos, no radica en la penetración misma sino en la resistencia opuesta (constreñir el ano) o en las culpas que se le forman a causa de los prejuicios sociales que se crearon en relación a ello (al mismo tiempo que son los mismos que se oponen ferozmente a unas relaciones sexuales libres no solo entre adultos y adolescentes de diferente sexo sino que incluso se oponen ferozmente a las relaciones sexuales libres entre adolescentes varones y hembras por cuanto entienden que los perjudican, quitándoles oportunidades (a sabienda de que ningún varón se la sacaría del ano o de la vagina a una mujer para metersela por el ano a otro varón) tenemos que concluir que si ellos tuvieran un 1% de razón en lo que dicen (y besándonos en las experiencias sodomizadoras de los sambias), entonces si se tratara de varones con hembras, fuera que un hombre penetrara a una adolescente por el ano o por la vagina o fuera que una mujer se montará sobre ella a un muchacho, el lado heterosexual tendría el 99% restante de la razón).

 Cuáles han sido las causas para que esas uniones de niñas con hombres adultos cada vez se haga más escasas en el mundo en el que vivimos? La causa principal radica en los sistemas económicos sociales por los que nos regimos, los que han creado tabúes y prejuicios automáticos (y sin entender el origen de los mismos). O sea, han creado algo así como lo que se le ha llamado "reflejos condicionados" que hacen pensar automáticamente como un crimen el que una niña y un hombre se divirtieran dándose placeres sexuales entre ellos; todo lo cuál parte de los conceptos de una sociedad actual para la cual es una prioridad que la mujer se prepare y se haga de una carrera que le permita una mayor independencia en un mundo en el que lo más importante es ganar dinero para asegurarse así -con menos probabilidades- de no pasar por dificultades calamitosas. Si la necesidad de ganar dinero no hubiera existido (gracias a algún otro sistema social económico que nos hubiera asegurado un buen vivir sin necesidad del mismo), de manera que no hubiera sido necesario asegurarse de que las hijas estudiaran y consideraran hacerse de una carrera, lo más importante en la vida hubiera sido tener, desde una edad temprana, a alguien a quien amar y que nos amara. Eso, por lo general, lo encuentra una niña en un hombre adulto en quién ella se habría fijado y enamorado (si es que un mundo diferente y seguro no cambiara su pensamiento y considerara a otros niños de su misma edad como más adecuados); los mismos sucede con los varones: se enamoran principalmente de jóvenes mujeres adultas que ya tienen sus cuerpos reproductivamente desarrollados, los que son atraídos por las mismas seducciones que cautivan a los hombres.

  En un mundo futuro -si es que llegáramos a tener la oportunidad de llegar a ese nivel- en el que las máquinas harían la mayor parte de nuestros trabajos y de nuestras tareas, las personas no necesitarán aprender carreras para ganar dinero, por lo que las escuelas y universidades se harían obsoletas y solo bastaría con que un mínimo de personas superdotadas tuvieran conocimientos de las letras, matemáticas, de la geografía y de otros elementales saberes, para mantener funcionando los sistemas automatizados de los que nos estaríamos sirviendo. O sea, máquinas que nos proveerían y servirían todo, prescindiendo así de tener a personas trabajando.

 En ese mundo -cuál indudablemente cambiaría la manera de pensar las personas-, si se salvara de ser controlado por las fuerzas siniestras y malévolas que ahora están ganando tanta fuerza, de la única manera que las personas no se desperdiciarían su tiempo de vida en cosas inútiles, sería usando ese tiempo libre para amar y ser felices con otras personas. La felicidad es lo máximo que desean las personas; es lo que todo el mundo quisiera y busca. Todo lo que se desea es ser feliz; todo el mundo aspira o quisiera la felicidad.

 En nuestro mundo presente lleno de incertidumbres y frustraciones, muchas veces buscamos entretenimientos con los que buscamos aliviamos nuestra falta de felicidad, sean juegos de apuestas, viajes por el mundo buscando ver otros lugares, etc. Sin embargo la felicidad podríamos encontrarla en una sola persona que nos amara y a quien amaramos. Y si todo lo que necesitáramos materialmente estuviera disponible para alcanzarlo sin ninguna dificultades (ropa, calefacción, comida, medicina, camas, sillas, cocina y equipos que nos faciliten las tareas domésticas, etc), lo único que nos restaría hacer es dedicarnos a amar para ser completamente felices. Nuestra vida en la tierra sería casi algo así como la que nos imaginamos algunos que existiría en lo que  suponemos que sería en el Cielo o en Paraíso: viviríamos para ser felices, disfrutando exquisitamente de los sentidos de los que nos ha provisto la naturaleza para gozar de placeres, llevando a la vez una vida sana que nos garantizara el que pudiéramos disfrutar de los mismos a plenitud.

  Ya no nos desperdiciaríamos nuestros mejores años de la infancia con muchos de los juegos ridículos (algunos de ellos como resultado de instintos destructivos naturales que resultan de una vida llena de frustraciones) que los adultos nos permitían o nos animaban a practicarlos, fueran el juego a la "escondida"; fuera el juego a las canicas, fuera el juego (secreto) a cogerse el culo entre varones (cochinadas entre niños menores de 7 años que eran muy comunes al menos en mis tiempos), fueran entretenimientos como el de tirarle piedras o perdigones de escopetas de aire comprimido a los pájaros y lagartijas, etc. O sea, que disfrutaríamos de nuestra infancia no con juegos competitivos de ser los más bravos que pueden matar a más "enemigos" en defensa de sí mismo, de nuestra familia o de nuestra patria para entonces dar gritos de victoria; no, ahora tendríamos mejores y más válidas formas de entretenernos qué pensar que hay "malos" de los que tenemos que cuidarnos y estar preparados para enfrentarlos. Los animales podrán siempre jugar a las peleas para prepararse en su defensa contra los medios ambientes en los que viven. Más los humanos no tenemos por qué estar condenados por la eternidad a la misma situación. 

 Ya ninguno de esos "entretenimientos" nos interesarían; entretenimientos que pueden escalar a crearnos mentes malvadas. Ahora lo que nos interesaría sería disfrutar de nuestro olfato y sabor cuando oliéramos y probáramos la exquisitez de la vulva de nuestra prima (o de cualquiera de las muchachas del barrio); o bien cuando disfrutáramos de la intensidad en la erección que esa experiencia nos produjera, haciendo que nuestro semen se nos saliera a goteos de tanta emoción por lo que estuviéramos viendo, oliendo y tocando (así como las veces cuando durante mi adolescencia una prima mía de diez años me ofreció el paraíso de su cuerpo). Ya destruir, amenazar, bravuconear y chismear con malas intenciones no serían nuestras motivaciones en la vida; los momentos de felicidad que podríamos vivir, fuéramos un adolescente con una mujer adulta; fuéramos un adolescente con una adolescente, fuéramos un adolescente con una niña; fuéramos un hombre con una mujer adulta; fuéramos un hombre con una adolescente; fuéramos un niño con otra niña, el caso es que nada hace más feliz a los seres humanos que otros seres humanos. Pudiera ser que siempre nos acompañemos de perros y gatos para diversificar nuestros entretenimientos. Pero la gran felicidad nos la darán otros seres humanos cuando ya no nos veamos con prejuicios ni como nuestros enemigos, al mismo tiempo que tuviéramos resueltas al menos todas nuestras necesidades materiales.

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